La filosofía del culo

Los órganos del cuerpo organizaron una fiesta para celebrar la salud; hubo manjares, música, colores, texturas para acariciar y bastante vino… demasiado vino.

Como en toda fiesta donde se bebe de más, la arrogancia no se hizo esperar y el corazón abrió el debate diciendo: «si no fuese por mi trabajo permanente, otra sería la cosa»… y arrancó la discusión.

Los ojos fueron los segundos: «si no fuese por nosotros que vemos el peligro y la comida, algo que usted señor corazón no puede hacer, quién sabe si estaríamos vivos». Y así, cada parte del cuerpo alzó la voz en defensa de sus habilidades: las manos «nosotras agarramos el alimento y las armas», las piernas «nosotras movilizamos al cuerpo hacia los objetivos y emprendemos la huída», los pulmones «nosotros mantenemos oxigenados a todos» los oídos «cuando otros están mirando solo al frente nosotros cuidamos la espalda»… blablablá y más blablablá de cada integrante.

Todo hubiera quedado en anécdota de borrachos, pero un ofendido propuso una competencia para elegir al más útil que luego sería nombrado con el más alto cargo; entonces el culo, que había permanecido en silencio, habló: «Yo soy el jefe», dijo con voz grave.

Después de un atónito silencio, todos soltaron la carcajada. «Y vos, ¿Quién te crees para proclamarte superior al resto?», escupió el hígado exultante de bilis. El culo repitió sin cambiar de tono: «El jefe soy yo». Eso fue el detonante para la carrera más estúpida que haya existido.

Comenzada la competencia cada uno se exigió para dar lo mejor de sus funciones, por lo que el cuerpo corrió, agarró, vió, oyó, respiró, latió, digirió, filtró y sudó como jamás lo había hecho. Cada uno hizó su mejor tarea… excepto el culo que se limitó a apretarse.

Con el culo apretado, los ojos se nublaron, los oídos zumbaban, manos y piernas temblaban, el corazón tuvo arritmia, los pulmones casi colapsan, todo el aparato digestivo se inflamó y comenzaron las náuseas y otros malestares, lo que obligó al cuerpo a detenerse y caer al piso sin control.

Pasado un rato los órganos comprendieron que si no aclamaban al culo como el jefe supremo, todos morirían. Una vez en su puesto, el culo hizo lo que sabía: cagar a diestra y siniestra sin importar a quien salpicara.

A partir de aquella borrachera colectiva, en todo organismo – sea este compuesto por un solo animal o un grupo social de varios de ellos – el que manda no es quien mejor cumple su función sino quien tiene el poder de boicotear al resto.

Conmigo quien quiera

Solía creer que el mundo estaba en mi contra y que debía estar siempre dispuesto para la guerra. Hubo momentos en los que me vi de rodillas, herido y repleto de pena, tiempos en los que me deje llevar por la marea, cuando permití que lo impuesto me limitara, cuando quise ser a toda costa lo que no era.
Fue ahí cuando todo se volvió negro, cuando me volví problemático para los ojos ajenos. Cuando me llamaron insensato, insensible, indiferente y rebelde.
Intentaron doblegarme de mil maneras pero nunca pudieron apagar el fuego que llevo dentro, mi curiosidad, mis ansias de conocimiento, mis ganas de volar, mi fortaleza.
Me cansé del mundo que me rodeaba y en lugar de rendirme redoblé la apuesta, nunca un límite ajeno determinó mi existencia.
Si no había nada afuera, una vez más, haría caso omiso como tantas otras veces lo había hecho; a fin de cuentas, nada me dio más satisfacción a través del tiempo que el poder mirar hacia adentro.
No recuerdo exacto el momento en el que me volví la oveja negra, pero, para ser sincero, creo que es un titulo que me gane desde pequeño. Cuando dejé de lado las dudas sobre mí tuve certezas, cuando silencié las voces a mi alrededor obtuve respuestas.
Cuando perdí los miedos, me reconocí invencible y desde ese momento, cuando vuelvo mi cara al mundo lo hago entero, en una sola pieza.
Conmigo quien quiera, contra mí quien pueda.

Aprende a nadar

La encarnación se parece bastante a un naufragio.

Un día nos damos cuenta que no sabemos dónde estamos, que anhelamos llegar a algún lugar seguro, que vamos dando manotazos porque sentimos que nos ahogamos, que necesitamos seguridad. Miramos a nuestro alrededor y vemos a otros flotando, entonces pedimos auxilio con la certeza que nos ayudarán; en nuestra desesperación no nos damos cuenta que también están en su naufragio, que también buscan algo que flote para asirse y no ahogarse… entonces nos abrazamos con fuerza y esperanza de ser salvados.

Lo más probable es que nos ahoguemos juntos, porque no estamos nadando ni permitiendo que el otro lo haga.

Debemos aprender a nadar: un buen nadador sabe que no se puede nadar abrazando a otro, ni siquiera tomando su mano. Podemos nadar juntos, lado a lado, estimulándonos mutuamente, alentándonos, dándonos coraje para continuar. Pero no podemos ni debemos depender del otro para mantenernos a flote.

Yo no enseño religión, enseño rebelión

Hay religiones suficientes para que los hombres se odien, pero no alcanzan para que los hombres se amen”.-

Mucho tiempo fui cristiano; creía en ese dios padre soltero que sólo acepta varones como representantes. Creía en el dios bipolar que casi todo el mundo adora: misericordioso y todo amor, pero también sensible a la lisonja, vengativo y arrogante.

Luego cuestioné su existencia, y durante mucho tiempo creí que:

  • Era tan débil que la creación se le fue de las manos
  • Era tan déspota que se divertía como un niño con las hormigas
  • Era tan distante que no podía vernos
  • Era tan viejo que ya no le estimulaba su propia creación
  • Era un invento controla-mentes tipo “sonría, lo estamos filmando”, o
  • Era algo más profundo que sus arquetipos, y yo debía descubrir y comprender ese algo.

Considero las escrituras sagradas como un relato de crónicas históricas, con algunas buenas enseñanzas, pero no creo en su contenido como “la palabra de Dios”. Llegan a nuestras manos luego de ser editadas durante 1200 años por una élite que se autodefine “embajadores del amor de Cristo” y lo demuestra protegiendo criminales, practica la discriminación con pasión inquisitoria contra todo lo que pudiera amenazar sus intereses: indígenas, negros, judíos, paganos, sanadores, y en particular si además son mujeres y niños.

En la Biblia fueron tergiversados muchos conceptos, fueron arrancados relatos enteros porque su contenido no conviene a los intereses de la iglesia. Después de eso nos dicen “esta es la palabra sagrada” y nos dan este mapa, en el cual cambiaron malintencionadamente las claves para acceder al tesoro.

En el mundo occidental y cristiano, somos criados bajo los conceptos morales y éticos que estos personajes inmorales y sin ética han impuesto como modelo; somos adoctrinados para encajar dentro de este “Sistema”.

Por éstas y otras opiniones soy considerado un rebelde, mote que me resulta sinceramente grato.

Como maestro, entiendo imprescindible que mis alumnos sepan de mi propio texto lo que vibra en mi interior.

Luego de mucho tiempo y algunas intensas vivencias en distintos planos de la misma realidad, ya no creo en un dios padre.

La Divinidad no tiene género; si lo tiene es femenino y por lo tanto no es el dios, sino La Diosa.

YO CREO EN UNA DIOSA MADRE QUE ES PURO AMOR INCONDICIONAL.

Eso no deja lugar para el dios que hace una fogata donde arrojar a sus hijos cuando se niegan u olvidan arrodillarse para satisfacción de la suprema arrogancia, un dios que pretende que olvidemos nuestra naturaleza animal y desperdiciemos la encarnación pidiéndole perdón por ser tan humanos.

La Diosa nos ama gracias a nuestra condición humana, ella nos creó así.

Si la Madre Diosa me ama como soy… ¿por qué debo ser otra cosa? Si no me gusto a mí mismo es porque busco encajar en las expectativas que otros tienen de mí, en lugar de aceptar, conocer, valorar y realizar mi propia persona hecha a su imagen y semejanza.

No fuimos hechos para encajar: fuimos hechos para sobresalir.

Soy un rebelde. No un revolucionario, no un inconforme: un rebelde.

Es un viejo malentendido el pensar que ser rebelde es ser inconformista o revolucionario.

El inconformista es reaccionario, actúa desde su rabia, su violencia, su ego. Su acción no surge de la consciencia. Aunque vaya contra el sistema, el solo hecho de estar contra no implica necesariamente estar correcto. De hecho, la mayoría de las veces el moverse de un extremo a otro es moverse de un error a otro.

El rebelde es un tremendo equilibrio y eso no es posible sin consciencia, sin estar alerta y sin un inmenso amor. No es una reacción contra lo viejo, es una acción por lo nuevo.

El inconformista sólo está en contra de lo establecido, pero no tiene ninguna visión del futuro, ninguna concepción creativa del por qué se opone. ¿Qué hará si triunfa? Se encontrará perdido y totalmente avergonzado. Nunca lo ha pensado porque nunca ha triunfado, su fracaso ha sido su refugio.

Cuando digo reacción, quiero decir que su orientación es básicamente dependiente: no está actuando impulsado por la libertad e independencia. Esto tiene profundas implicaciones. Quiero decir que su acción es solamente un subproducto, puede ser controlada muy fácilmente.

El inconformista está siempre en manos de la sociedad y del sistema. El sistema sólo tiene que ser un poco más inteligente y astuto para usar al inconformista sin ninguna dificultad. Un inconformista está siempre en contra: si todos van a la derecha él irá a la izquierda, si la mayoría sube, él baja. Se le indica algo y él hace lo opuesto; es fácil de controlar.

Pero el sistema no puede usar al rebelde, porque éste no está reaccionando: tiene la visión de una humanidad nueva, está trabajando para crear un sueño, para transformarlo en realidad. Su foco no es el sistema. Su foco está en un futuro desconocido, en una posibilidad potencial. Actúa impulsado por su visión, por su sueño. Su consciencia decide en qué dirección quiere ir.

Esta es la diferencia entre reacción y acción: la reacción es siempre determinada por tu enemigo. Quizás nunca has pensado que en tu reacción es el enemigo el que está en posición dominante, él está decidiendo tu acción. Lo que sea que vayas a hacer está decidido por él.

La sociedad y el sistema no pueden concebir al rebelde, porque no tienen siquiera una visión fragmentaria del gran sueño que el rebelde lleva en su alma. Todas sus acciones provienen de ese sueño, son perpendiculares al sueño colectivo. No está contra la sociedad, está a favor del hombre nuevo.

Su actitud es positiva, no negativa. No está enojado con la sociedad, está lleno de amor por ella. Sabe cuánto ha sufrido el hombre, cuánto y por cuánto tiempo ha vivido en miseria. ¿Cómo puede estar enojado?

No se queja del sistema: está creando un mundo nuevo de tal manera que este sufrimiento, esta miseria y esta sociedad desaparezcan y que el hombre pueda vivir naturalmente, hermosamente, amorosamente, pacíficamente, gozando de toda la riqueza que la existencia le brinda, de los invaluables regalos de la vida. Libertad, amor, verdad, iluminación y el supremo florecimiento de su ser: todo está disponible aquí y ahora.

Las viejas estructuras fueron creando más y más impedimentos y obstrucciones contra el crecimiento del ser. Si el rebelde está contra esos obstáculos, es para permitir que el hombre nuevo viva sin cadenas ni prisiones, fuera de los campos de concentración de los dogmas: tan libre como un pájaro en vuelo, tan libre como un rosal que danza en la lluvia, en el sol; tan libre como la luna moviéndose en el cielo más allá de las nubes, en su extrema belleza, dicha y paz.

El rebelde es un ser totalmente diferente del revolucionario o el inconformista. Recuerda esto: ser inconformista es fácil, ser revolucionario no es muy difícil… pero para ser un rebelde necesitas de una tremenda transformación.

Cuando eres rebelde amas, pero tu amor no es superficial. Vives, pero tu vida es fuego.

¿Cuál es la diferencia entre el rebelde y el revolucionario?

El revolucionario es parte del mundo político, su enfoque es político: piensa que cambiar la estructura social es suficiente para cambiar al hombre.

El rebelde es un fenómeno espiritual. Su actitud es absolutamente individual. Su visión es que si se quiere cambiar la sociedad, el cambio comienza en el interior del individuo.

La sociedad en sí misma no existe; es sinónimo de rebaño, de muchedumbre. Existe como consecuencia de los individuos, nunca como su causa. Donde sea que encuentres personas, encontrarás al individuo.

“Sociedad” es prácticamente un adverbio de cantidad, carece de substancia.

El individuo tiene alma, tiene una posibilidad de evolución, de cambio, de transformación; por tanto la diferencia es tremenda. Si la consciencia cambia, entonces la estructura social cambia. En sentido contrario no funciona y esto quedó demostrado: feudalismo, socialismo, capitalismo, fascismo, liberalismo, comunismo… todas han sido ideas revolucionarias, todas han fracasado.

La evolución humana no es una prerrogativa de la especie, es una decisión voluntaria, consciente e individual: muy de vez en cuando un individuo florece: un Buda, un Jesús…

Pero, en millones de personas, el florecimiento de un hombre no es una regla sino es una excepción. Gracias a su calidad de único la muchedumbre lo resiente, pues su presencia se vuelve insultante: así como nos hace conscientes de nuestro potencial también expone nuestra desidia. Hiere el ego no haber hecho nada para crecer, para ser más conscientes, más amorosos, más dichosos, más creativos para hacer un bello mundo a nuestro alrededor. Nuestra existencia no ha sido una bendición: aun en nombre de Jesús hemos traído violencia, celos, codicia, envidia; se enseña miedo en lugar de amor.

Jesús nos hiere porque se amó a sí mismo y nos amó (“ama a tu prójimo comoa ti mismo”: nadie puede dar lo que no tiene)… y nosotros estamos ahí parados. Las primaveras vienen, van y nada florece en nosotros, ningún ave hace su nido en nuestro pecho ni cantan a nuestro alrededor. Es mejor crucificar a Jesús, hacerlo a un lado, de modo que no nos sintamos espiritualmente inferiores.

Jesús fue y será siempre un individuo peligroso para quienes ponen las reglas de la sociedad, quienes pastorean (y esquilan) al gran rebaño. Estos “arrieros de devotas ovejitas” aseguran que los milagros son patrimonio exclusivo de Jesús, porque él era la divinidad.

Entonces nosotros, ¿qué somos?

Jesús nos enseñó: “si tienes Fe como un grano de mostaza, cosas mayores que las que yo he hecho tú puedes hacer”.

¿Caminar sobre la mar? ¿Transformar el agua en vino, multiplicar panes y peces? ¿Sanar con las manos, con la mirada amorosa, con un soplo de vida?

Si preguntamos por qué nos muestran a Jesús sufriendo en la cruz, dirán “para venerar su sacrificio, ya que él murió por nuestros pecados”. Con esto nos hacen culpables de su muerte y ocultan la verdadera estrategia tras esa imagen: mostrar en forma subliminal lo que hacen con los rebeldes.

Asusta un poco, ¿verdad?

Lo que estoy diciendo crea un sentimiento de inseguridad. Pero, ¿qué es la seguridad? ¿Hay algo seguro en la vida? ¿Existe la seguridad, o es solamente una idea consoladora que el hombre se ha creado para sí mismo? ¿Qué seguridad existe? La gente de Hiroshima y Nagasaki fueron a dormir con absoluta seguridad y por la mañana no había más que fuego y cadáveres. No quedó nada vivo, ni los árboles, ni los pájaros, nada. Toda la vida desapareció. ¿Qué seguridad existe?

La muerte puede venir en cualquier momento y siempre viene sin aviso. Nunca ha habido seguridad mayor que estar muerto: no pueden matarnos otra vez, las enfermedades no tienen nada que hacer con nosotros, no hay que preocuparse por el futuro.

Sin embargo seguimos viviendo con esta idea de seguridad; y cada vez que surge la idea de ser un rebelde, inmediatamente pensamos en la seguridad. ¡No tenemos ninguna seguridad!

El rebelde lo comprende: no hay seguridad, por lo tanto no la pide. Vive en inseguridad, porque ese es un hecho real de la vida. No puede evitarlo, no puede prevenirlo, así que no hay necesidad de preocuparse al respecto. No pierde tiempo innecesariamente.

Tenemos que cambiar nuestra consciencia, crear mayor energía meditativa en el mundo, crear más amor. Tenemos que dejar atrás al hombre viejo y sus ideologías, sus discriminaciones, y crear un nuevo ser con ojos frescos, con nuevos valores: una discontinuidad con el pasado. Ese es el significado de rebeldía.

El inconformista se queja pero no propone cambios. El revolucionario intenta cambiar lo viejo. El rebelde abandona lo viejo, así como la serpiente abandona su vieja piel y no mira atrás. A menos que seamos rebeldes, la humanidad no tiene futuro. Sólo el hombre nuevo puede salvar a la humanidad, a este planeta y la bella vida en él.

Para mí, la rebeldía es la esencia misma de la espiritualidad.

Yo no enseño religión, enseño rebelión.

Crayones y mucho papel

La muerte tiene mil rostros: una enfermedad, un bocado atravesado en la garganta, un tropiezo en suelo húmedo, una maceta cayendo de una ventana, un insecto, un infarto sorpresivo, un malentendido, una alergia. Mil máscaras.
He preguntado a mucha gente si tiene miedo a morir; la mayoría respondió que no teme a la muerte sino al sufrimiento. La mayoría acepta que la muerte es parte de la vida y, aunque no la desean, se resignan a que llegará algún día.
He preguntado a mucha gente si suele hacer cosas solo para sentirse felices; la mayoría dijo cosas como cocinar, bailar, beber, fumar, religión, televisión, deportes, gimnasia, dormir.
He preguntado a mucha gente si suele enamorarse de nuevas personas y confesar ese amor; me dieron creativas y convenientes explicaciones éticas que justificaban la represión de tales actividades.
En noviembre cumplí 60 años; veinte días después me enamoré de alguien más.
Fue amor a primera sonrisa: entré en el local de pagos de mi barrio, saludé a las cajeras (hace años nos conocemos) y de pronto, detrás del mostrador un rostro nuevo: una niña de unos cinco a seis años, nieta de Patricia la cajera (una muy joven abuela). Cuando me acerqué a la caja la niña levantó los ojos de su dibujo, me miró a los ojos y sonrío con tanta dulzura que todo se llenó de colores. Le dije «hola» y le pregunté si en 15 años querría salir conmigo, juntarnos con una caja de crayones y mil hojas de papel; la niña sonriendo más deliciosamente respondió «sí, me gustaría». Patricia rió suavemente y dijo que en 15 años yo estaría muy viejito, a lo que respondí que sólo tendría 15 años más pero seguiría con deseos de dibujar y con deseos de enamorarme. La niña no cesaba de sonreír y mirarme con visible alegría.
Debo prepararme: en solamente 15 años una hermosísima joven y yo tendremos una cita con crayones y mucho papel. Y luminosas sonrisas. Quizá entonces le pregunte cuál es su nombre.
He preguntado a mucha gente si tiene miedo a morir; la mayoría respondió que teme al sufrimiento.
He preguntado a mucha gente por qué tiene miedo a vivir. Nadie me ha sabido responder.

Divino de tan humano

«Vinimos a traerle el mensaje que Jesús tiene para todos: él volverá a dirigir a su pueblo» – dijo el que golpeó mi puerta. Mi respuesta fue: «¿Quién le dijo que ese mensaje es mío? Yo no autoricé a nadie a hablar en mi nombre». El hombre abrió mucho los ojos, tan sorprendido como paralizado; proseguí:

«Mire mi amigo, la gente – incluso usted – no está preparada para ningún mensaje mío… ¿Cómo iba a avisar de mi retorno? Lo más probable es que me vuelvan a crucificar. Vaya, pregúntese cómo espera a quién espera y cuando tenga la respuesta vuelva: lo estaré esperando», y cerré la puerta en sus narices.

Nadie sabe si soy ese que volvería: ni yo lo sé con certeza (al menos hoy). Pero el punto de este post no es si soy o no soy, si vamos o no vamos. El punto es precisamente la pregunta que hice al mensajero: ¿Cómo esperamos que se presenten los «enviados»? (divinos, extraterrestres, lo que sea). ¿Qué expectativa tenemos de su apariencia, de su entrada triunfal, del contacto abierto? Seguramente esperamos tanta espectacularidad que no valoraremos el momento en que ocurra y rechazaremos cualquier suceso «por falta de condimento».

Estamos tan alienados por las autoridades que sólo creemos en algo si las autoridades lo anuncian (gobierno, iglesia, papá y mamá) o si viene flotando en una nube y con música de coros; somos tan incapaces de confiar en nuestra intuición que creemos que intuir es desconfiar, y por eso confiamos solamente en los protocolos conocidos. Lo más probable es que los extraterrestres sean como cualquier extranjero: habrá altos rubios y habrá morenos gorditos, unos con rayo láser y otros con botellita de agua, unos con botas de luz y otros con zapatillas gastadas. Dicen que ya están entre nosotros, así que tan espectaculares no deben lucir…

Aprendamos a buscar: las señales no entrarán por los ojos sino por la emoción. Lo que nos asegure que estamos frente a seres evolucionados no será la tecnología que nos muestren, será la confianza en nosotros mismos que nos hagan sentir. Antes de llevarnos a pasear por la galaxia, un ser evolucionado nos hará enamorarnos de nosotros mismos.

El camino al infierno pasa por las puertas del cielo (o «la charla que hubiese amado»)

Querido hijo, hablemos de mujeres: es imperioso que estés bien informado, ya que hasta los machos alfa pecho peludos somos absolutamente inconscientes de los peligros que estas bellas criaturas representan, implican y vaticinan; cuidarlas es la única manera de mantenernos a salvo de ellas. Es propio de nuestra varonil condición de depredadores el creer que son presa fácil, debido a que se muestran inseguras, frágiles, delicadas y en espera que aparezca su depilado príncipe encantador o el homo eructus siteagarro-mamitalensis.

Tema delicado, amigo mío. Como dijo Jack el Destripador, *mejor vamos por partes»:

«CUANDO ELLAS DICEN NO» quieren decir no. Punto. Aunque quieran decir «sí», cuando dicen no, es no. Entiende esto: es muy probable que «quieran» mucho más de lo que imaginas, pero no lo quieren en este momento aunque lo quisieran hace un minuto. Dales tiempo: respira, lávate la cara, viaja a otro continente a manifestar contra el calentamiento global… espera. Sonríe y espera. Cuenta hasta catorce mil y espera. Resuelve mentalmente el teorema de Fermat y espera. Espera «su» momento, y hazlo en calma: abeja enojada no produce miel. Recuerda siempre que son mujeres y pueden cambiar de opinión aún contra su voluntad.

SOMOS SU PRESA. Aunque todo indique que la has conquistado, la verdad es que fuiste atrapado por su seductora trama. A partir de ese punto ya no decidirás nada por ti mismo: música, religión, dieta, atuendo, perfume, pelos en el cuerpo… Todo lo «tuyo» será sutilmente gobernado desde su perspectiva. Tú creerás que «la persuadiste de»; lo cierto es que ella decide cuándo, cuánto, cómo y dónde, y luego te hará creer que fue idea tuya.

TÚ NO LA AYUDAS. A menos, claro, que estés en su casa y tú no vivas allí. Cuando haces las compras, cocinas, lavas los platos o el inodoro, barres o pasas la aspiradora, no la estás ayudando. Donde sea que vivas es tu obligación mantener el lugar limpio y ordenado.

NO ES DE TU PROPIEDAD. No te debe respeto, obediencia y sumisión. Punto.

No esperes entenderlas.

No esperes que te entiendan.

Entrégales el gobierno absoluto de tu vida: solamente así podrás hacer lo que quieras y ser feliz.

Casas encantadas – parte 2

De modo similar a nuestro conocimiento de los océanos, el universo comprensible y para el cual se han desarrollado teorías comprende apenas el 4% del estudio científico., el 96% que desconocemos y para el cual ni siquiera se han establecido teorías estaría compuesto por – aproximadamente – 24% de materia oscura y 72% de energía oscura. Ergo, si lo que sabemos es mucho, lo que ignoramos es inmenso.

A lo largo de la historia se ha mencionado la tarea del zahori, aquella persona que usando varas o péndulos es capaz de hallar venas de agua subterránea, tesoros, objetos y/o personas perdidas. Para muchos se trata de superstición, para otros ha sido el trabajo de su vida: monjes, médicos y reyes han estudiado y practicado la adivinación, el diagnóstico de patologías y muchas decisiones de estado por medio de estos métodos poco convencionales. El ingeniero cubano Leodegario Lufriú realizó su tesis doctoral estableciendo demostraciones científicas de la radiestesia, aportando una enorme cantidad y calidad de datos acerca de las radiaciones y su interpretación por parte del «operador sensible» o radiestesista. Llegados a este punto se hace imperioso explicar de qué estamos hablando.

Muchas culturas milenarias buscaban el lugar favorable para la vida: el brujo o Chamán elegía cuidadosamente dónde se ubicarían dormitorios y altares, basándose en un estudio energético del lugar de asentamiento.

Toda esta sabiduría heredada, sumada luego a estudios de biología, geología, medicina, astronomía, física y geofísica consolidan las base para la geobiología, disciplina que estudia las relaciones entre la tierra, el cosmos y los seres vivos.
El campo electromagnético terrestre manifiesta una estructura de redes energéticas o canales de circulación de energía de paredes verticales que emergen desde el núcleo terrestre y se alzan al menos hasta la estratosfera. De estas redes quizá las más conocidas son la Red de Hartman y la red de Curry: distribuidas sobre toda la superficie terrestre en lineas paralelas, las cuadrículas formadas por la red de Hartman se extienden en dirección norte-sur y este- oeste, separada unos 2 metros y con una anchura de 21 cm. aproximadamente, mientras la red de Curry se compone de líneas separadas unos cuatro metros, tienen un ancho promedio de 40 cm y están orientadas en diagonal respecto de la red Hartman, fluyendo de suroeste a noreste y de sureste a noroeste. Se ha determinado que en los puntos de cruce de las líneas la radiación suele ser perjudicial para la mayoría de los seres vivos, si bien hay excepciones: los hormigueros suelen estar ubicados en estos sitios, y muchos apicultores han observado y aprovechado el hecho que las abejas producen más cantidad de miel si las colmenas se ubican en estos cruces de líneas Hartman.

Cómo explicábamos en la entrada anterior, la superpoblación demográfica de las ciudades y la ignorancia y/o pérdida del conocimiento ancestral, sumada a la necesidad de aprovechar cualquier espacio para levantar casas habitación, resulta en la ubicación sobre cruces de energías perjudiciales de las viviendas y particularmente de los dormitorios.

En próximas entregas escribiré acerca de estas redes y otras fuentes de energia: fallas geológicas, venas de agua subterránea, chimeneas cosmotelúricas y vetas minerales, argumentando acerca de causas y efectos de la interacción con tales fuentes de radiación.

Casas encantadas – parte 1

En todo el mundo existen lugares sagrados: el planeta entero está surcado por corrientes de energía de diversos orígenes y distintas potencialidades.

La variedad de causas que derivan en “casa encantada” es practicamente imposible de catalogar; en esta y próximas entregas intentaré transmitir lo que he ido aprendiendo a través de las experiencias.

En esta oportunidad hablaré de algunos espíritus naturales que podrían entrar en la definición de “duendes”, apócope de la frase catalana “duen-de casa” (dueño de casa) y con la que referían a las entidades aborígenes del sitio donde se construía la vivienda humana. Este reconocimiento de un “propietario original” generó la costumbre de pagar con miel o monedas doradas a los elementales, a cambio de una convivencia pacífica.

Son muchas las tradiciones que sostienen la existencia de espíritus protectores de la naturaleza: elementales del agua, del fuego, de la tierra, del aire, de la flora, de la fauna, de los minerales. Muchas son aún las culturas que estudian el terreno antes de establecer asentamientos, eligiendo cuidadosamente dónde irán las viviendas y en qué lugar se debe erigir un altar (las grandes catedrales, por ejemplo, son testimonio de este conocimiento: el lugar escogido para el altar no es adecuado para dormir o pasar más de unos minutos, debido a las energías concentradas en ese punto específico). En la cultura occidental ignoramos esos conocimientos y, por razones demográficas y económicas, ocupamos terrenos y construimos según nuestra comodidad o disponibilidad de recursos; esto significa talar árboles, rellenar bañados, aprovechar cada rincón disponible para establecer nuestras viviendas a costa de desalojar especies de su hábitat natural, tanto vegetales como animales.

Teniendo en cuenta que cada especie tiene espíritus protectores, nuestra actividad invasora desplaza solamente a los individuos físicos pero no a sus pares energéticos, los cuales necesitan de las energías que los nutren y que en la naturaleza tienen dos orígenes: la batalla territorial y el apareamiento.

Seguramente todos hemos percibido la energía que los individuos de cualquier especie despliegan en un enfrentamiento por el dominio (ya sea de una o varias hembras, un territorio o en defensa del clan); también conocemos la energía que el encuentro sexual mueve. Pues bien, los espíritus se sirven de estas energías y son capaces de generar las condiciones para obtenerlas. Al desplazar a las especies que proveen de alimento a estos elementales, ellos buscarán alimentarse de “los recién llegados” y lo harán según su naturaleza: por medio del enfrentamiento violento o por medio del amor. Pero además aprovecharán nuestra tendencia natural hacia una u otra opción: si nos resulta más fácil odiar que amar, ellos nos estimularán a generar la energía que los nutra.

No es casual que prácticamente toda tradición esotérica haga tanto hincapié en que el secreto de la paz sea el amor por todos los seres del universo, generando una energía que nos alimente a todos. De no ser así, la energía de la guerra siempre estará presente aunque solo alimente a unos.