¿Quién eres?

Dime: ¿Eres tu nombre? ¿Eres tu cuerpo? ¿Eres tus ideales? ¿Eres tus emociones? Piénsalo detenidamente: ¿Quién eres?

No eres tu nombre, pues podrías cambiarlo cuando quisieras. No eres tu cuerpo: las células mueren y se renuevan continuamente, de modo que cada siete años más o menos tienes un cuerpo totalmente nuevo. No eres tus ideales ni tus ideas, pues las vas cambiando a medida que aprendes. No eres tus emociones: hoy amas lo que ayer ignorabas e ignoras lo que ayer amabas.

¿Quién eres?

Más allá de tu nombre, tu cuerpo, tu mente y tus emociones, hay un testigo silencioso. Este testigo te ha visto crecer y recuerda las sensaciones de tus viejos cuerpos, recuerda los golpes y heridas pero sin sentir el dolor; ha visto cómo se han ido adaptando tus ideas ante nuevos paradigmas, catalogándote de genio y estúpido ante distintas reacciones; estuvo cuando llorabas y reías, cuando amabas y odiabas, permaneciendo inmune a todo eso.

Ese testigo silencioso, despiadado, sabio, indiferente al dolor, omnipresente y omnisciente, eres tú. ESE ERES TÚ: esa consciencia que todo lo ha visto, todo lo ha sentido y nada le ha afectado. Eres esa consciencia que ha usado los disfraces del cuerpo y las máscaras de la mente y las emociones, pero se sabe desnuda debajo de ellos. Y alguien desnudo puede disfrazarse de lo que más le plazca.

Si estás inconforme con el personaje que interpretas, sólo cambia de rol: eres el protagonista de tu propio filme, eres el guionista, eres el director, haz lo que realmente te gusta. Si permites que otros dirijan tu película harán un pésimo clip y la responsabilidad será sólo tuya, tú se los permitiste.

Escribe bien tu historia, diviértete, comprométete con tu proyecto, aspira al Óscar. Sé feliz.

Estar consciente

Somos como un buque portaaviones: en nuestra cabeza conviven unos seis mil tripulantes con especialidades diferentes, muchos de ellos necesarios: el miedoso, el temerario, el supersticioso, el ateo, el fiel, el ingenuo, el desconfiado, el que se las sabe todas, el que se las cree todas, el comprometido, el seguro, el llorón, el santo, el demonio, el indiferente… Todos están en la nave.
En diversos momentos del día a día alguno pasa por la cabina de mando, agarra el micrófono y grita una orden de acuerdo a su personalidad: «mira como me has lastimado», «cada batalla me fortalece», «lo que importa es el sacrificio» , «esto es un caos», «yo puedo con lo que venga», «me cago, me cago», «amor y paz», «váyanse todos a la mierda», «amo al prójimo», «socorro, vamos a morir», «eduquemos para la paz», «me voy a hacer un chaleco bomba y volaré todo», en fin, cada uno según su personalidad grita algo al micrófono como si fuese el que manda.
Como toda nave de guerra tenemos sólo un comandante: él ya estaba antes que empezáramos a navegar, antes que el resto de los tripulantes aunque no recuerde cuándo subieron algunos ni quién los trajo; los oye a todos oportunamente; tiene autoridad y poder para que cada uno haga su tarea específica, incluso puede despedir a quien quiera, y estando despierto JAMÁS LES PERMITE GOBERNAR LA NAVE porque sabe que no están entrenados para ello y la consecuencia es acabar contra las rocas.
El comandante lo sabe todo; carece de temor, no sufre de pánico ni de exceso de confianza, no sufre de insomnio, ansiedad, incertidumbre o pereza; no tiene odio ni compasión: sabe lo que debe hacerse para cumplir con la misión de cada viaje y mantener el buque en perfecto estado. Pero hay que despertarlo y darle el mando, porque a pesar del griterío está descansando en la bodega. El comandante se llama Estar Consciente.

No permitamos que la tripulación gobierne nuestra nave: la mayoría son guardianes de viejos prejuicios de los armadores, o traidores infiltrados por algunos turistas con que nos hemos relacionado.
Despertemos al comandante, démosle el mando… y feliz viaje.

¿Estás en contra de la violencia?

«En mi barrio hay una bella casa verde con ventanas rojas».

La simple frase genera en nuestra mente la imagen de la casa verde con ventanas rojas y una sensación grata: la casa es bella.

«Jamás cayó un avión azul y amarillo sobre mi casa matando a todos».

La mente genera imágenes de todo cuanto enfoca, excepto del concepto «NO»: es imposible imaginar que «no». Más aún: la imagen del avión sobre mi casa además genera una sensación de temor… aunque quedó claro que jamás ocurrió.

Tenemos una cantidad limitada de energía; los humanos somos seres con fecha de vencimiento y por tanto limitados. Invertimos ese capital de energía en amar o lo derrochamos atendiendo asuntos para condenar, pero no podemos comprar ambas cosas. Al igual con las imágenes de antes, la sensación de bienestar y el miedo no pueden ocupar el mismo momento.

Me han invitado a luchar en contra de la contaminación, en contra de la invasión yanqui, en contra del abuso, en contra del terrorismo, en contra de la discriminación, en contra del aborto, en contra de la violencia, en contra de la droga, en contra de la prohibición de las drogas, en contra de la libertad, en contra de la religión, en contra del diablo y en contra de la opresión. Mi respuesta ha sido siempre cambiar de tema y enfocar la energía en todo lo que tengo para abrazar y amar.

Mi movimiento es a favor del respeto, a favor de la alegría, a favor de la evolución, a favor de la humanidad, a favor del bienestar, hacia allí me muevo, esos son mis objetivos; no quiero derrochar un sólo átomo de energía en asuntos que me impidan sonreír.

Y tú, ¿Estás a favor de la armonía o en contra de la violencia?

Dios es TODO… o no es Dios

Dios es judío, cristiano, musulmán, taoísta, agnóstico y supersticioso. Dios es asiático, africano, australiano, europeo, americano, alto, bajo, gordo, anoréxico, calvo, rengo, drogadicto, actor porno y gran bailarín… o no es Dios.

Dios es homosexual, o no es Dios.

Dios es negro, o no es Dios.

Dios es ateo, o no es Dios.

Dios es mujer, o no es Dios.

Dios vive desnudo en la selva cazando, pescando, viviendo en armonía con la naturaleza, o no es Dios.

Dios revuelve los tachos buscando algo que comer, o no es Dios.

Dios adora viajar en su Rolls Royce, extrae petróleo, enriquece uranio, contamina todo con sus delirios de poder, o no es Dios.

Todos los creyentes que conozco opinan que Dios es EL TODO: Dios ama, respeta y protege cada célula que integra su ser o no es Dios, sino apenas un pobre diablo. Si Dios es todo, debemos venerarlo en todos sus rostros, algunos de los cuales he descrito arriba.. o renunciamos a Dios y seguimos adorando a un pobre diablo.

Milagros inesperados

En 2009 Roberto, un señor de unos 65 años, me contactó para una sesión de Reiki. Cuando vino a verme fue muy parco, simplemente me dio su nombre y dijo que el médico lo había mandado.

«¿Su médico lo envió a verme a mí?» – pregunté.

«No, él me mandó probar otras terapias; a usted llegué por una propaganda que encontré» – dijo secamente.

Esa primera sesión fue algo difícil al principio, pues notaba su resistencia a relajarse; pero al cabo de unos diez a quince minutos se relajó… y se durmió, lo cual me permitió sentir la energía que canalizaba para él.

Casi al final de la sesión aconteció algo extraño: mi mano derecha comenzó a «danzar» sobre su pecho, despertándome una imperiosa necesidad de «rascar» bajo la clavícula izquierda. Sin tocarlo comencé a rascar, como si excavara dentro del pecho. Luego de algunos minutos, tan repentinamente como el impulso de rascar llegó, así de rápido se fue. Roberto abrió los ojos, se sentó, dijo secamente «me voy», me saludó y partió. Su actitud cortante me dio la impresión que era escéptico y sólo había ido «por orden del médico»; seguramente ya no lo volvería a ver.

El resto del día fue muy extraño: me sentía agobiado, me dolía la cabeza, se me hinchó el estómago, tenía náuseas. Me puse a repasar qué había comido para sentirme tan mal, pero sólo había almorzado un poco de arroz y fruta; no quise cenar y me acosté con la certeza que dormir era la solución y que al despertar me habría recuperado. Pero al acostarme el malestar se hizo más intenso y la jaqueca se volvió insoportable. De pronto la náusea se hizo poderosa y corrí al baño a vomitar; fue tal el impulso que apenas abrí la puerta tuve que inclinarme sobre el lavamanos… y empecé a regurgitar algo que por su aspecto y hedor parecía carne podrida, de color negro y en cantidades que jamás hubiera podido comer.

Cuando terminé y abrí el grifo para limpiar, y aquello que parecía una masa de petróleo simplemente desapareció por el desagüe sin dejar manchas ni olores; el malestar desapareció también, me sentí perfectamente bien. Me acosté y dormí como un bebé.

A la semana Roberto volvió para otra sesión, pero esta vez al saludarme sonrió afectuoso, y la sesión fue un deleite. Al terminar la misma, Roberto dijo:

«¿Sabe que me curó?».

«¿Cómo dice?»

«Sí, usted me curó. Yo tenía cáncer de pulmón y estaba desahuciado; cuando me dijeron que ya no podían hacer nada me deprimí; el oncólogo me derivó a un siquiatra y éste me sugirió probar terapias «alternativas» para enfrentar el final de mi vida. Busqué en internet y luego hice varios papelitos donde anoté las diversas técnicas: flores de Bach, Yoga, Homeopatía, Reiki… Mezclé los papeles y saqué uno: era el de Reiki. Pocos días después vi en un comercio uno de sus volantes publicitarios y lo llamé. Gracias».

El libro de las Sombras

Tu vida es un libro mágico: te fue regalado al nacer. Tus mayores escribieron el prólogo cuando aún eras pequeño, pero una vez que aprendiste a leer y escribir sólo tú puedes abrirlo, sólo tú puedes escribir en él. Este libro mágico es caprichoso: cada vez que terminas una hoja, el libro pone un número correlativo al pie de cada página y un encabezado único para toda página escrita: “PASADO”. Todas están ordenadas cronológicamente, tiene títulos expresivos como “nacimiento”, “primer día de clase”, “perdí un diente”, “primer beso” e incluso “ayer”. Todas están llenas de texto escrito con cruda y morbosa realidad, no hay censura, no hay un sólo error corregido, no hay revisión, es imposible borrar, colorear, subrayar o resaltar algo que ya fue escrito, es imposible corregir nada. Cuando intentamos hacer algo para burlar este cruel libro mágico, reescribimos algo de “PASADO” intentando corregir la ortografía o la sintaxis que usamos y que nos desagradó; escribimos lo mismo con otro color, escribimos lo mismo en negrita y subrayado, intentamos darle un toque artístico al pasado… pero lo hacemos en la página que corresponde a este momento… entonces repetimos el pasado con nuevos errores que también quedarán escritos y no podrán ser corregidos. Pero insistimos, insistimos, insistimos una y otra y otra vez en reescribir y colorear el pasado con la esperanza de corregir algo. Y, como la esperanza es la más perezosa de las calamidades, sólo empeoramos las cosas.

La hoja del “aquí y ahora” es una hoja en blanco, tan en blanco como todas las que restan por escribir: “aquí y ahora”, “en un rato”, “mañana”, “futuro” e incluso “Fin” son páginas sin numerar y cuyo encabezado finalmente será también “PASADO”, pero podemos titularlas como queramos y ese título permanecerá debajo del encabezado automático. A menos que dejemos de leer el pasado y abandonemos la manía de intentar corregirlo, seguiremos escribiendo el mismo texto pero con nuevos errores, lo que lo hará más engorroso aún. Esta hoja “aquí y ahora” y todas las que vienen son hojas en blanco, escribe lo que tú quieras: canciones, historias fantásticas, romances, poemas. Dibuja lo que quieras: arcoiris, flores, pájaros, casitas del bosque, rascacielos, barcos, aviones, atardeceres, corazones; llénalo de color y música, son las hojas en blanco de tu libro, ESTE ES TU LIBRO, TE FUE REGALADO PARA QUE LO LLENES CON LO QUE QUIERAS Y NADIE MÁS PUEDE ESCRIBIR EN ÉL

Origen: El libro de las Sombras

Pequeña biografía

Mi nombre es Fidel Falco, pero también se me conoce como Marius Dannan (‘Dannan’ es un término celta que significa «de Anna». Es mi homenaje a mi esposa, Ana Laura). Nací bajo el signo de Escorpio, el 12 de Noviembre de 1959 , en Montevideo. Trabajé en fontanería desde los 15 años, primero como aprendiz y más tarde como instalador, tarea a la que me dediqué hasta los 47 años. En 1993 viajé a Brasil, donde asistí a un curso de masaje integral.

En 2004, residiendo en Brasil, conocí a Joaquín Grande Y Liana, mis padrinos chamanes integrantes de la tribu kallawaya que reside en la selva amazónica entre Perú y Bolivia. Ellos me iniciaron en el arte chamánico del manejo de energías, las que me ayudan a recordar mi compromiso espiritual para ésta encarnación. También me sugirieron estudiar otras técnicas terapéuticas; según Liana, «cuanto más sabe el hemisferio izquierdo, más libre queda el derecho para la real brujería».

En 2005 retorné a Uruguay.

En 2006 hice el curso de radiestesia; al finalizar el mismo se organizó una reunión informal con varios alumnos, los que además practicábamos diversas técnicas terapéuticas. Éramos siete personas: Edmundo Roselli mi maestro, José Luis Cogorno (apodado Pepe), un veterano de piel blanca con mejillas rosadas, (a quien nadie más conocía excepto Edmundo, y éste nos lo presentó como un viejo amigo) Silvana, Esteban Futosi, Lilián, Rosario y yo.

Durante el transcurso de la reunión Silvana, fitoterapeuta, se acercó a José Luis para consultarlo respecto a cómo ayudar a una paciente muy mayor y en estado muy delicado; éste mencionó el término “Reiki” y debo haber hecho un gesto muy evidente al oír esa palabra, porque ella me preguntó “¿Qué sabes del Reiki?”

“Mirá, sé que es una técnica de origen japones – respondí; – personalmente no creo que haya en estas tierras gente que pueda usar ese tipo de técnicas por una razón lógica: en oriente los iniciados pasan años de meditación y disciplina para llegar a manejar esos niveles de energía, por lo que me resulta bastante tramposo que acá en occidente por una ‘módica suma’ recibas la iluminación en un fin de semana”.

José Luís asintió con la cabeza y dijo: “Ajá, excelente perspectiva”.

Una hora más tarde Esteban contó que estaba pasando por una situación a la que no encontraba explicación ni salida; luego comentó “quizás se deba al ‘karma’ y estoy pagando cuentas de otra vida”.

José Luis dijo “déjame ver”, extendió su mano hacia Esteban, cerró los ojos… y de pronto su cuerpo emitió una energía de tal magnitud que me dejó boquiabierto. Instantes después abrió los ojos y dijo:

“No, no es de vidas pasadas sino de ésta encarnación; estás cosechando lo que sembraste cuando tenías 27 años… ¿Lo recuerdas?”

Esteban recordó algo, abrió los ojos visiblemente sorprendido, bajó la cabeza y dijo “Guau, sí, es cierto. Ahora sé cómo arreglarlo”.

Luego de unos instantes de estupor llovieron las preguntas a José Luis y él explicaba con argumentos que parecían extraídos de archivos muy personales de cada uno de nosotros; a cada pregunta respondía con increíble certeza y visible agrado.

Aquella experiencia me tocó tanto que buscaba casi con ansiedad hablar con ese “Brujo” o lo que fuera, necesitaba ser su discípulo. Cuando tuve la oportunidad de hablarle, le solté:

“Pepe, no tengo idea qué es eso que usted hace, pero quiero que me enseñe”.

Él sonrió divertido y respondió:

“El Buda decía que todo lo que vale la pena ser aprendido no puede ser enseñado; yo no puedo enseñarte lo que hago, pero puedo conectarte con las herramientas para que aprendas lo que quieras. ¿estás dispuesto?”.

– “¡Por supuesto que sí!” – dije con emotivo entusiasmo.

Pepe abrió su agenda, anotó mi nombre y dijo:

“Bien, te espero en casa el sábado 22 y domingo 23 de Julio, Hora 14:00”.

– “Allí estaré. ¿Como se llama lo que usted hace?” – pregunté.

Pepe sonrió; sus ojos brillaron al decirme:

– “Seré tu maestro de Reiki”.

Cosas que debes dejar de hacerte

Hay momentos en la vida en que sabemos que queremos cambiar, ir a algún lado, hacer algo importante… Pero no sabemos cómo. Estas son treinta cosas que debes dejar de hacerte a ti mismo para poder lograr esas grandes cosas para las que estás destinado. No es una lista de cosas por hacer, son cosas que todos debemos dejar de hacer. Necesitamos dejar espacio a las nuevas y mejores cosas de la vida.

1. Deja de pasar tiempo con las personas equivocadas.

La vida es muy corta como para gastarla junto a personas que succionan tu energía y felicidad. Si alguien te quiere en su vida, harán espacio para ti, no deberías pelear por un lugar. Nunca jamás insistas con alguien que te pasa por alto. Recuerda que los verdaderos amigos no son necesariamente aquellos que se quedan contigo en los buenos tiempos, sino los que permanecen en las peores situaciones.

Deja de huir de tus problemas.

¡Enfréntalos! No será fácil, nadie es capaz de salir ileso de todos los problemas. No siempre se puede salir instantáneamente de un problema cuando se presenta, no estamos hechos para eso. De hecho, lo normal es que sintamos tristeza, enojo, dolor, incertidumbre, derrota. Este es el propósito de la vida: Enfrentar los problemas, aprender de ellos, adaptarse y, finalmente, resolverlos con el paso del tiempo. Es lo que nos convierte y moldea a lo largo de la vida.

3. Deja de mentirte.

Puedes mentirle a cualquiera en el mundo, pero no puedes mentirte a ti mismo. Nuestra vida mejorará sólo cuando aprovechemos las oportunidades y la primera y más difícil es ser realmente honestos con nosotros mismos

4. No dejes tus propias necesidades para lo último.

La cosa más terrible es perderse a sí mismo mientras amas a alguien más, olvidándose de lo especial que es uno mismo. Esto no significa que dejes de ayudar a otros, sino que debes ayudarte a ti mismo también. Si existe un momento para seguir tu pasión y hacer algo que te importa, ¡Ese momento es justo ahora!

5. Deja de intentar ser alguien que no eres.

Uno de los grandes retos de la vida es ser uno mismo en un mundo que quiere que todos sean iguales. Siempre habrá alguien más listo, más guapo, más joven o más viejo, pero NUNCA serán TÚ. Jamás cambies para agradar a las personas; sé tú mismo y las personas correctas te amarán por ello.

6. Deja de aferrarte al pasado.

No puedes comenzar un nuevo capítulo en la vida si sigues leyendo y releyendo el anterior.

7. Deja de tenerle miedo a los errores.

Hacer algo y equivocarse es, al menos, diez veces más productivo que no hacer nada. Cada éxito trae una historia de fracasos detrás y cada error es un paso más cerca de la victoria. Uno termina arrepintiéndose de las cosas que no hizo más que de las cosas que hizo.

8. Deja de culparte por errores pasados.

Quizá amamos a la persona equivocada y lloramos por errores cometidos, pero no importa cuántas cosas hemos hecho mal, algo es seguro: los errores nos ayudan a encontrar a la persona y a las cosas correctas para nosotros. Todos cometemos errores, tenemos problemas e incluso nos arrepentimos de cosas de nuestro pasado. Pero tú no eres tus errores, no eres tus problemas y estás aquí y AHORA con el poder de moldear tus días y tu futuro. Cada cosa que te ha pasado en la vida te está preparando para algo que aún está por venir.

9. Deja de intentar comprar la felicidad.

Muchas de las cosas que deseamos son caras. Pero la verdad es que las cosas que en verdad nos satisfacen son totalmente gratis: el amor, las carcajadas y trabajar en nuestras pasiones. 🙂

10. Deja de buscar la felicidad exclusivamente en otros.

Si no eres feliz con quien eres por dentro, no serás feliz en una relación de largo plazo con cualquier otra persona. Primero tienes que crear estabilidad en tu propia vida, antes de que puedas compartir la vida con alguien más.

11. Deja de ser pasivo.

No pienses demasiado las cosas o crearás un problema que ni siquiera estaba ahí en primer lugar. Evalúa las situaciones y toma acciones decisivas. No puedes cambiar cuando te rehúsas a confrontar las cosas, el progreso implica riesgo, ¡Punto! No puedes llegar a segunda base si tienes un pie en la primera.

12. Deja de creer que no estás listo.

Nadie se siente 100% preparado cuando una oportunidad se presenta. Es porque las oportunidades en la vida nos empujan fuera de nuestras zonas de confort, lo que significa que nunca nos sentiremos completamente cómodos en un principio.

13. Deja de envolverte en relaciones por las razones equivocadas.

Las relaciones deben ser escogidas sabiamente. “Mejor sola que mal acompañada”, decía mi abuelita. No hay necesidad de apresurarse, si algo debe ser lo será a su debido tiempo, con la persona adecuada y el momento debido. Enamórate cuando estés listo, no cuando te sientas solo.

14. Deja de evitar nuevas relaciones sólo porque las pasadas no funcionaron.

En tu vida te darás cuenta de que hay un propósito para cada persona que conozcas. Algunas personas te pondrán a prueba, otras te enseñarán grandes lecciones, pero lo más importante es que algunas sacarán lo mejor de ti.

15. Deja de competir contra todos.

No te preocupes si a otros les va mejor que a ti, concéntrate en romper tus propios récords cada día. El éxito es una batalla entre tú y tú mismo, sólo eso.

16. Deja de lado los celos.

Los celos son el arte de contar las bendiciones ajenas en vez de las propias. Pregúntate esto: “¿Qué es lo que tengo yo que todos los demás quieren?”

17. Deja de quejarte y de sentir pena de ti mismo.

La vida tiene sus altibajos por una razón: para moldear tu camino en la dirección correcta para ti. Puede que no veas o entiendas todo en el momento en que sucede, eso puede ser muy duro. Pero recuerda los momentos difíciles que ya has pasado: Casi siempre nos llevan a mejores lugares, personas, estados mentales o situaciones, eventualmente. ¡Así que sonríe! Deja que todos sepan que hoy eres mucho más fuerte que ayer, y así continuarás.

18. Deja de guardar resentimiento.

No vivas tu vida con odio en el corazón. Terminarás lastimándote a ti mismo más de lo que las personas que odias podrían. El perdón no es sólo decir: “Está bien lo que me hiciste”, es poder decir: “No voy a dejar que lo que me hiciste arruine mi felicidad para siempre”. El perdón es la respuesta, déjalo ir, encuentra la paz, ¡Libérate! Y recuerda, el perdón no es sólo para las demás personas, también es para ti mismo. Si debes, perdónate a ti mismo, supéralo e intenta hacerlo mejor la siguiente ocasión.

19. Deja de permitir que otros te bajen a su nivel.

Niégate rotundamente a rebajar tus estándares para adaptarte a quienes se niegan a elevar los suyos.

20. Deja de desperdiciar el tiempo explicando tus razones a los demás.

Tus amigos no lo necesitan y tus enemigos ni siquiera lo creerán. Sólo haz lo que tu corazón te dice que es correcto.

21. Deja de hacer las mismas cosas una y otra vez sin tomarte un descanso.

El tiempo perfecto para tomarte una pausa es justo cuando no tienes tiempo para ello. Si continúas haciendo lo mismo, seguirás obteniendo los mismos resultados. Hay veces que necesitamos un descanso para ver las cosas más claramente.

22. Deja de pasar por alto la belleza de los pequeños momentos.

Disfruta de las cosas pequeñas porque un día mirarás atrás y descubrirás que eran, en realidad, las cosas más grandes. La mejor parte de tu vida serán las cosas pequeñas, momentos innumerables que invertiste sonriendo a quien te interesa de verdad.

23. Deja de intentar que las cosas sean perfectas.

El mundo real no recompensa a los perfeccionistas, recompensa a las personas que hacen las cosas en tiempo y forma.

24. Deja de seguir el camino más fácil.

La vida no es fácil, especialmente cuando planeas realizarte en algo que vale la pena. No tomes la alternativa más fácil siempre, haz cosas extraordinarias.

25. Deja de actuar como si todo estuviera bien cuando no lo está.

Está bien quebrarse de vez en cuando, no tienes que pretender ser fuerte, no hay necesidad de probarle a nadie que todo está perfectamente todo el tiempo. No debería preocuparte lo que los demás piensan. Llora si lo necesitas, es saludable dejar fluir esas lágrimas. Cuanto más pronto lo hagas, más pronto serás capaz de sonreír de nuevo, sonreír de verdad.

26. Deja de culpar a los demás de tus problemas.

La capacidad de alcanzar tus sueños depende de tu capacidad de hacerte responsable de tu vida. Cuando culpas a los demás de lo que te pasa, estás rechazando esta responsabilidad: Le das poder a otros sobre una parte de tu vida.

27. Deja de hacerlo todo por todos.

Eso es imposible, y solamente terminarás exhausto. Pero hacer sonreír a una persona, a esa persona especial sí puede cambiar el mundo. Quizá no el mundo entero, pero sí una parte de él: enfocarse es el secreto.

28. Deja de preocuparte demasiado.

Preocuparse no le quita problemas al día de mañana, le quita felicidad al día de hoy. Una manera de saber si vale la pena preocuparse es plantearse la siguiente pregunta: “¿Importará esto dentro de un año? ¿Tres años? ¿Dentro de cinco años?” Si la respuesta es negativa, entonces no vale la pena darle más vueltas al asunto.

29. Deja de enfocarte en lo que no quieres que suceda.

Mejor, enfócate en lo que sí quieres que pase. Pensar positivo es el preámbulo al éxito rotundo. Si despiertas cada mañana con el pensamiento de que algo maravilloso sucederá ese día y pones suficiente atención, descubrirás que estabas en lo correcto.

30. Deja de ser ingrato.

No importa lo bien o lo mal que te ha ido, levántate de la cama agradecido por tener vida. Hay quienes, en algún lugar, luchan por ella desesperadamente. En lugar de pensar en lo que te hace falta, intenta pensar en lo que tienes y que a muchos les hace falta.

Cromosomas X-y

Aquello que «dios creó a Adán, luego creó a Eva de su costado» no tiene sentido: si dios es inteligente… ¿Por qué crear un único macho engendrador y luego cambiar todo el sistema? Me gusta más esta otra idea de la creación:

«Cuentan las antiguas cosmogonías que el Universo fue creado por La Diosa. Este Universo primordial se regía por el principio femenino: fecundo, generoso, equilibrado. Creó hembras para reinar en los hielos, hembras para reinar en los trópicos, reinas de selva, reinas de mar, reinas de desierto y reinas de montaña. Luego notó que las hembras necesitaban asistencia para conseguir alimentos cuando parían, entonces creó – para cada especie – otras hembras sin capacidad de fecundarse y carentes de las capacidades intuitivas necesarias para comunicarse con las crías (ya que no las engendrarían), para que sirvieran de compañía a las hembras «alfa». A estas hembras «beta» las proveyó de fuertes cuerpos y las hizo más rudas, más apropiadas para la protección de la reina y sus cachorros. Y todo fue casi perfecto… excepto porque faltaba un método de comunicación emocional que sirviera de vínculo entre alfas y betas; entonces se puso a cocinar una nueva generación.»

«La Diosa preparó su caldero, pero esta vez mezcló los condimentos de alfas y betas en una misma receta; mientras se cocinaba la nueva especie preparó dos nuevos moldes de piel alfa y beta, dejando entre las piernas de ambos un hueco por el cual verter la nueva pócima.»

«Una vez pronta la sopa vital y rellenos los moldes, comenzó a coser la abertura de la hembra beta; al acabar la costura vio que le sobraba unos centímetros de hilo y los dejó colgando. Luego, al coser el molde alfa, notó que el hilo que sobraba en las beta aquí le faltaba, dejando una abertura por la cual el jugo vital podría derramarse… y se le ocurrió una divertida idea: ambas deberían combinar las terminales de sus costuras para engendrar nuevas crías.»

«En la zona de costura inconclusa de las alfa colocó una copia del caldero y unas gotas extra de magia suprema; luego recubrió el caldero de neuronas muy sensibles, iguales a las que estimulan el funcionamiento del corazón. El hilo de las betas guardaría otra parte de la pócima, y también fue recubierto de aquellas neuronas; así logró La Diosa un medio para comunicar las emociones e intercambiar la pócima vital, transmitiendo las características de ambas a las nuevas crías. Y claro, esta combinación engendraría tanto alfas como betas.»

En la genética de los mamíferos hay un par de cromosomas que definen el sexo del embrión: si este par es ‘XX’ (dos cromosomas iguales) nacerá una hembra; si los cromosomas son ‘Xy’ nacerá un macho.

¿Qué es ese cromosoma ‘y’ que define indudablemente al macho? Ese ‘y’ – mucho más pequeño que los otros cromosomas – no es otra cosa que un ‘X’ atrofiado: no terminó de desarrollarse y le falta una pata.

Cada vez que aparece el tema «igualdad entre hombres y mujeres», tomo este asunto de los cromosomas como base de mi argumento: los machos de la especie somos hembras atrofiadas, hembras «beta». No podemos parir ni amamantar, pero como regalo de La Diosa podemos cooperar con esos centímetros de hilo vital, aportando la magia que las alfa necesitan para engendrar nuevas generaciones.

Para qué encarnamos

Érase una vez un hombre poderoso y muy devoto, que vivía en una isla. Éste hombre, en gratitud por su impresionante fortuna y poder sobre la tierra, solía ofrendar a sus dioses la sangre de sus esclavos.

Érase una vez un hombre esclavo y muy devoto, que vivía en una isla. Éste hombre soportaba con profunda resignación los castigos y torturas que recibía de su amo, rogando en silencio a su dios para que hiciera justicia.

Érase una vez un hombre moralista y muy devoto, que vivía en una isla. Éste hombre dedicaba cada día a cuidar de los esclavos, dándoles alimento y consuelo, con la absoluta convicción que dios le tenía un lugar reservado en la vida eterna como recompensa por sus servicios.

Érase una vez un hombre escritor y muy curioso, que vivía en una isla. Éste hombre plasmaba en sus cuentos cada paisaje que veía, cada persona que conocía, la historia de cada uno de ellos.

Érase una vez una tormenta descomunal que arrasó una isla; érase una vez cuatro hombres llegando a las puertas de La Divinidad.

El primer hombre se inclinó a sus pies para agradecer la magnífica vida que había llevado, pero una energía desconocida y enorme le invadió, le empapó, le inundó, le ahogó: era el amor más inmenso y despiadado que jamas había sentido… Entonces tomó consciencia de su arrogancia y empezó a sentir un hueco en el pecho, donde caía el dolor que había causado a sus semejantes. Y se arrepintió. Y lloró. Y pidió perdón. Y entendió que merecía el peor de los castigos.

El Ser Supremo le tomó de la barbilla para que alzara el rostro; al ver aquellos ojos el hombre supo que allí no había castigo, sólo había consciencia y amor… y aquel hueco en el pecho se hizo infinito.

La Divinidad le sonrió y le abrazó con más amor aún. Entonces entendió que sólo volviendo a nacer y corrigiendo su actitud quizá podría perdonarse a si mismo. La Divinidad, en su infinito amor, le concedió todas las vidas que fueran necesarias para llenar aquel vacío.

El segundo hombre se acercó a los pies del Ser Supremo para reclamar por la ayuda que jamás había llegado. Pero un inmenso amor le hizo tomar consciencia de su flojera para defenderse, de su elección de permanecer en la postura de víctima culpando a otros de su desgracia y esperando que otro trajera las soluciones… entonces lloró. Y pidió perdón. Y se arrepintió.

El Ser Supremo le tomó de la barbilla para que alzara el rostro y el hombre esperó un duro reproche; pero al ver aquellos ojos encontró más amor.

Y aquel amor sonrió y le abrazó con más amor aún… y aquella flojera se hizo tan patente, su estupidez fue tan vergonzosa que no pudo perdonarse y pidió volver a nacer para hacerse cargo de su propio destino. La Divinidad, en su infinito amor, le concedió todas las vidas que fueran necesarias para fortalecerse.

El tercer hombre se acercó a los pies del Ser Supremo sabiendo que sería recompensado por su defensa de los débiles, cuando un inmenso amor le hizo tomar consciencia de que la tarea es la recompensa… entonces lloró. Y pidió perdón. Y se arrepintió de no disfrutar el momento por tratar de cambiar un pasado e ilusionarse con un futuro.

El Ser Supremo le tomó de la barbilla para que alzara el rostro y el hombre esperó una reprimenda; pero al ver aquellos ojos encontró más amor.

Y aquel amor sonrió y le abrazó con más amor aún… y pidió volver a nacer: necesitaba la oportunidad de aprovechar cada instante para ser feliz. La Divinidad, en su infinito amor, le concedió todas las vidas que fueran necesarias para fortalecerse.

El cuarto hombre se acercó a los pies del Ser Supremo con curiosidad: aquellos ojos que irradiaban tanto amor, aquella sonrisa… por favor… Y cuando la Divinidad le abrazó llenándole de más amor aún, el hombre supo que toda esa luz debía ser conocida por todos, que esa experiencia debía ser documentada. La Divinidad, en su infinito amor, le concedió todas las vidas que fueran necesarias para escribir.

¿Para qué encarnamos? Para perdonarnos a nosotros mismos, para tomar las riendas de nuestras vidas, para ser felices y escribir una historia.