Los muros y la inseguridad

El ser humano quiere seguridad, protección, certezas, pues cuando toma cierta consciencia de su pequeñez se siente insignificante, vulnerable y teme mostrarse tal cual es; entonces construye enormes muros a su alrededor, se cubre de «fortalezas», adopta y adapta creencias según su necesidad. Vive a la defensiva, propenso a ofenderse, inventa enemigos que justifiquen sus murallas porque todo es un ataque personal para él. Pasa su triste existencia estancado tras esos muros que, al no protegerlo de si mismo, le impiden crecer; es prisionero en la cárcel que él mismo ha creado.

Cuando comprendamos y aceptemos que la vida es incertidumbre, que somos vulnerables cada segundo, que no podemos protegernos de nada, que la única verdad absoluta es que moriremos y no sabemos si sera en un minuto, cuando comprendamos que la vida solo tendrá sentido si se lo damos, entonces podremos derribar las murallas apolilladas que nos encierran, quitarnos las carcazas oxidadas que nos llagan y andaremos frágiles y desnudos, inseguros frente al Universo, quizá por primera vez libres, por vez primera vivos.

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